Sufre el codicioso por la integridad de sus caudales, angustiado y en perpetuo tormento; ríen de su inútil empeño quienes saben que él morirá y los dineros quedarán en este mundo... y en sus manos.
La respuesta es fácil: porque no los quiere gastar, y no los gasta, porque aunque tiene los ochenta cumplidos y no puede vivir un mes todavía, teme que le ha de sobrar la vida y faltarle dinero. Tan equivocados son los cálculos de la avaricia. [El Prado]
Un clérigo avaro y muy respetable, esconde sus talegas; pero ya se las buscan sus sobrinos y otros sacristanes. [Biblioteca Nacional]
-Aguafuerte, aguatinta bruñida y punta seca-
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