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A diferencia de los grabadores tradicionales en talla dulce, que realizaban «dibujos para grabar» en los que estaba definida la composición que posteriormente iba a ser llevada con total precisión y fidelidad a la lámina de cobre, los «dibujos preparatorios» constituyeron un punto de partida para Goya, que fue transformando la composición inicial durante el proceso de grabado, hasta llegar a la concreción definitiva.
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Estampas realizadas como medio de aprendizaje de las técnicas más libres del grabado -el aguafuerte y el aguatinta-, los dibujos preparatorios, de los que solo el correspondiente a Los borrachos se conserva en el Museo del Prado, son los más parecidos a los dibujos para grabar, por cuanto sus líneas a lápiz o sanguina se corresponden con bastante precisión con las líneas del aguafuerte.
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Fue con la serie de los Caprichos -publicada en 1799- con la que Goya alcanzó una de las cimas de su arte, no solo desde el punto de vista estético, sino también intelectual.
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En 1797 se fecha el primer dibujo de un conjunto que hoy conocemos como los Sueños, en los que se encuentran definidas con absoluta fidelidad algunas estampas de los Caprichos. Este conjunto de dibujos realizados a pluma, con un estilo lineal muy preciso, fue transferido al cobre, como demuestran las huellas de la plancha sobre el papel, sirviendo sus líneas de referencia para el posterior grabado al aguafuerte. Algunos de estos dibujos tienen su punto de partida compositivo y conceptual en dibujos incluidos en el Álbum de Madrid.
La sucesión de imágenes que van desde los dibujos del Álbum hasta las estampas de los Caprichos, pasando por los dibujos de los Sueños, muestra el meticuloso modo de trabajar de Goya que, partiendo de una idea esbozada a base de pinceladas, la depura y define en un dibujo lineal que se constituye en preparatorio y que es reproducido con mucha fidelidad en la estampa.
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Los Sueños son la base visual y conceptual de los Caprichos; en ellos se encuentran las formas y también las ideas, los grandes temas de la serie. al igual que en ésta, los asuntos se mezclan, no son únicos en cada dibujo, admitiendo distintas y variadas lecturas.
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En ellos podemos encontrar algunos de los temas que preocupaban a los ilustrados disimulados mediante la imaginativa apariencia del sueño del autor: la brujería como expresión de la ignorancia, la superstición y la prostitución; la falsedad de los matrimonios de conveniencia y el engaño en las relaciones amorosas; la censura a la nobleza anclada en los valores del pasado; la crítica a la costumbre del cortejo, a los petimetres y al entorno de la prostitución; la censura de los vicios, especialmente de la lujuria; y las asnerías como representación alegórica de la ignorancia de los poderosos.
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Los títulos de los dibujos del Álbum se convierten en algunos de los Sueños en comentarios escritos a lápiz que en unas ocasiones aclaran el significado del dibujo y en otras no hacen sino correr un velo de ambigüedad, del mismo modo que ocurre con algunos de los títulos que Goya dio a las estampas.
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La comparación entre ambos permite, asimismo, inferir la forma de trabajar del artista, ocultando, suavizando o matizando la idea original. Para los Caprichos Goya realizó en ocasiones dos dibujos preparatorios; la técnica lineal de la pluma o la sanguina se tradujo en la estampa en las líneas de aguafuerte, mientras que los realizados con aguada se tradujeron en los efectos de sombra y luz del aguatinta.
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En el Museo del Prado se conservan ciento veinte composiciones relacionadas con los Caprichos.
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La segunda de las series, los Desastres de la guerra, evocadora de los sucesos acontecidos durante la Guerra de la Independencia (1808-1814) y las consecuencias políticas inmediatas, constituye un monumental grito contra la violencia en sus diferentes formas, que no reconoce justificación alguna, y que gracias a lo magistral de su tratamiento técnico, formal y conceptual permite al espectador contemplar imágenes inherentes a toda guerra.
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La sanguina fue el material más habitualmente empleado por Goya en los dibujos preparatorios de esta serie.
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Esta característica es común al proceso creativo de la Tauromaquia, realizada también en estos mismos años.
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Si a primera vista las diferencias más evidentes afectan generalmente a una mayor definición de las figuras en las estampas de ambas series, no es menos importante la simplificación de la composición en la búsqueda de una mayor claridad narrativa y expresiva.
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La supresión de todo aquello innecesario es frecuente en la obra de Goya. En ocasiones, las diferencias entre el dibujo preparatorio y la estampa son muy sutiles. Independientemente de los ya referidos procesos de simplificación y definición de los fondos de las composiciones, las modificaciones que Goya introduce a la hora de grabar la lámina sirven para expresar de forma más convincente aquello que quiere transmitir: la violencia y la muerte en sus más puras expresiones.
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Y todo ello protagonizado por el pueblo anónimo, verdadera víctima de la guerra.
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En el Museo del Prado se conservan setenta y cinco dibujos preparatorios de los Desastres.
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La tercera de sus series, la Tauromaquia, publicada en 1816, lejos de ser una narración gráfica de carácter descriptivo del pasado y el presente, constituye una expresión más de la violencia consustancial al ser humano, una manifestación del enfrentamiento irracional que aboca a la muerte del hombre. Cuarenta y tres dibujos preparatorios de esta serie se conservan en el Museo del Prado.
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Finalmente, se conservan diecinueve dibujos preparatorios para los Disparates, realizados en fecha indeterminada entre 1816 y 1824. Éstos son los que mayores variaciones presentan con respecto a las estampas. Así, frente a los que muestran grandes similitudes, existen otros en los que tan solo es posible reconocer algunos elementos gráficos.
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La técnica empleada por Goya es una aguada roja, aplicada muy libremente sobre un dibujo subyacente a sanguina, a base de manchas poco precisas de diferente densidad, en ocasiones poco más que una masa informe de pinceladas que dificulta reconocer el asunto representado, pero que dota a los dibujos de una gran libertad y espontaneidad, y que hay que poner en relación inmediata con las Pinturas negras, no solo en lo formal, sino también en lo conceptual.
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A excepción del dibujo para Los borrachos, que procede del legado Fernández Durán (1930), el resto de dibujos preparatorios había pertenecido al hijo del pintor, Javier Goya, pasando posteriormente a manos de su nieto Mariano, y de éste a Valentín Carderera, que debió de adquirirlos entre 1854 y 1860, siendo vendidos en un lote de doscientos ochenta y cuatro dibujos por su heredero, Mariano Carderera al Museo del Prado en 1886.
artículo de José Manuel Matilla.
***/esta información me trae al recuerdo haber podido admirar dibujos de Goya en la casa de los "Señores de Carderera" en la Calle Moreto número 1 de Madrid, donde vivimos al estar contratado de portero mi padre Joaquín Alfaro Bermejo, desde 1965 hasta que se jubiló de funcionario del Museo del Prado...
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